WISLAWA SZYMBORSKA.

Wislawa Szymborska, nació en Kornik, Polonia, el 2 de julio de 1923, vive en un departamento multifamiliar en Cracovia desde hace más de 60 años.

De 1945 a 1948, estudió literatura polaca y sociología en la universidad Jagielloniana. Es egresada en Letras, no ejerció actividad académica pero sí trabajó durante décadas en revistas literarias, sobre todo dando a conocer a poetas jóvenes.

Publica poesía desde los ‘50. La obra de Wislawa está considerada como una lírica impregnada de duda metódica con claras intenciones éticas, al estilo del poeta español Antonio Machado; da la casualidad que también como él, se sirve de versos cortos, estrofas clásicas y léxico común, y con estos elementos consigue unos poemas de gran hondura y fuerza. Su poesía es aparentemente sencilla, con una mirada filosófica profunda, que suele incluir un humor algo irónico. No pontifica ni advierte, simplemente mira y ve, y su mirada individual se hace universal.

A partir de 1953 y hasta 1981 trabajó como editora de poesía y columnista en un semanario de Cracovia, al tiempo que publicaba ensayos y artículos, y traducía poemas franceses al polaco. Ha publicado 16 colecciones de poesía, y su obra ha sido traducida a varios idiomas. Entre los reconocimientos que ha merecido se cuentan el premio Goethe (1991), el premio Herder (1995)y el Nobel de Literatura en 1996.

Sobre la forma en la que escribe comentó: "Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras. Creo que cada poema lo escriben dos personas. Hay una persona que es la que siente las cosas, la que las experimenta, la que piensa. Y otra persona, que está detrás de mí y dice: ¿No estarás exagerando?, ¿qué va a entender el lector de lo que estás escribiendo? y, además, ¿para qué le sirve?".

Asimismo, dice: “La escritura requiere soledad, aislamiento, trabajo y cansancio. He visto pintores trabajando mientras hablaban, riéndose, rodeados de gente, y eso es imposible para un escritor. Necesito tiempo y que nadie me moleste”.

Con su primera publicación "Busco la palabra" en 1945, seguida de "Por eso vivimos" en 1952 y "Preguntas planteadas a una misma" en 1954, logró situarse en los primeros planos del panorama literario europeo. "Apelación al Yeti" en 1957, "Sal" en 1962,"En el puente" en 1986, "Fin y principio" en 1993 y "De la muerte sin exagerar" en 1996, contienen parte de su restante obra.

A pesar de la omnipresencia de lo católico en su poesía, ella no es creyente y define la religión como "la ilusión más elevada de todas las que tiene la gente. No soy una atea militante. Me gusta más plantear preguntas que dar respuestas. Mi divisa es: 'No sé'. Y ya veremos... Todos veremos. Ninguno de nosotros tiene mecanismos para poder saber qué sucede después de la muerte. Las cosas que no se saben son las que convierten la vida en algo fascinante".

Los niños polacos recitan en las escuelas su poema "Un gato en un piso vacío", y ella nos descubre ahora que "ese gato -que debe acostumbrarse a vivir en un piso donde ya no está su amo, muerto- "es una herida grande en mi corazón. Ahí hablo del dolor por la pérdida de mi compañero, su gran amor, el poeta Kornel Filipowicz, fallecido en 1990; no es sólo el gato el que está triste, sino también yo".

Tiene muchísimos seguidores jóvenes. "Tengo contacto con los jóvenes -admite-, hablo con ellos de muchas cosas. Pero los jóvenes que yo recibo son buenos chicos: estudian un montón y reflexionan sobre el mundo. Los más desmadrozos e indiferentes no me resultan tan cercanos. A mí me interesan más aquellos que hacen 'lo que hace todo el mundo' y parecen invisibles. ¡Me resultan fascinantes!"

Despedida de un paisaje.

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.

Wislawa Szymborska.

Un encanto.

Con que quiere felicidad,
con que quiere la verdad,
con que quiere eternidad,
¡vaya, vaya!

Apenas si acaba de distinguir el sueño de la vigilia,
apenas si acaba de darse cuenta de que él es él,
apenas si acaba de labrar su mano, descendiente de una aleta,
el pedernal y el cohete,
es fácil ahogarlo en la cuchara del océano,
demasiado poco ridículo incluso como para hacer reír al vacío,
con los ojos sólo ve,
con los oídos sólo oye,
el récord de su habla es el modo potencial,
con la razón vitupera a la razón,
en una palabra: casi nadie,
pero con la cabeza llena de libertad, de omnisciencia
y de existencia
más allá de la estúpida carne,
¡vaya, vaya!

Porque quizá sí exista,
haya sucedido de verdad
bajo una de las pueblerinas estrellas.
A su modo, dinámico y movido.
Para ser una miserable degeneración del cristal,
bastante sorprendido.
Para haber tenido una difícil infancia en la obligatoriedad
de la manada,
no está mal como individuo.
¡Vaya, vaya!

A seguir así, así aunque sea un instante,
¡a través del abrir y cerrar de ojos de una pequeña galaxia!
A ver si tenemos por fin una idea, aproximada al menos,
de qué va a ser, ya que ya es,
Y es obstinado.
Obstinado, hay que admitirlo, mucho.
Con ese aro en la nariz, con esa toga, con ese suéter.
Queramos o no, un encanto.
Pobrecito.
Un verdadero hombre.

Wislawa.

La cebolla.

La cebolla es otra cosa.
Ni siquiera tiene entrañas.
Es cebolla enteramente,
al más cebolloso grado.
Por fuera tan cebolluda,
cebollina de raíz,
puede escrutarse por dentro
sin ningún remordimiento.

En nosotros todo extraño,
apenas de piel cubiertos,
y una anatomía violenta,
terror de la medicina,
y en la cebolla, cebolla
y no intestinos torcidos.
Desnuda repetidamente
y similar hasta el fin.

Un ser sin contradicciones,
criatura muy bien lograda.
En una cebolla hay otra,
en la grande una pequeña
y así, sucesivamente,
una tercera, una cuarta.
Una centrípeta fuga.
Un eco cantado a coro.
A la cebolla la entiendo:
el mejor vientre del mundo.
Sola se rodea de aureolas
y para su propia gloria.
Nosotros: grasas y nervios,
secreciones y secretos.
Y se nos ha denegado
la idiotez de lo perfecto.

Wislawa Szymborska.

Puede ser sin título.

Ocurre que estoy sentada bajo un árbol,
a la orilla del río,
en una mañana soleada.
Es un suceso banal
que no pasará a la historia.
No son batallas ni pactos
cuyas causas se investigan,
ni ningún tiranicidio digno de ser recordado.

Y sin embargo estoy sentada junto al río, es un hecho.
Y puesto que estoy aquí,
tengo que haber venido de algún lado
y antes
haber estado en muchos otros sitios,
exactamente igual que los descubridores
antes de subir a cubierta.

El instante más fugaz también tiene su pasado,
su viernes antes del sábado,
su mayo antes de junio.
Y son tan reales sus horizontes
como los de los prismáticos de los estrategas.

El árbol es un álamo que hace mucho echó raíces.
El río es el Raba, que fluye desde hace siglos.
No fue ayer cuando el sendero
se formó entre los arbustos.
El viento, para disipar las nubes
antes tuvo que traerlas.

Y aunque no sucede nada en los alrededores,
el mundo no es más pobre en sus detalles,
ni está peor justificado ni menos definido
que en la época de las grandes migraciones.

No sólo a las conjuras acompaña el silencio.
Ni sólo a los monarcas un séquito de causas.
Y pueden ser redondos no sólo los aniversarios,
sino también las piedras solemnes de la orilla.

Complejo y denso es el bordado de las circunstancias.
Tejido de hormigas en la hierba.
Hierba cosida a la tierra.
Diseño de olas en el que se enhebra un tallo.

Por alguna causa yo estoy aquí y miro.
Sobre mi cabeza una mariposa blanca aletea en el aire
con unas alas que son solamente suyas,
y una sombra sobrevuela mis manos,
no otra, no la de cualquiera, sino su propia sombra.

Ante una visión así, siempre me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo insignificante.

Wislawa Szymborska.

Día 16 de mayo de 1973.

Una de esas muchas fechas
que ya no me dicen nada.

A dónde fui ese día,
qué hice, no lo sé.
Si en los alrededores se hubiera cometido un crimen,
no tendría coartada.

El sol brilló y se apagó
sin que yo me diera cuenta.
La tierra giró
y no lo mencioné en mi diario.

Preferiría pensar
que morí brevemente,
y no que nada recuerdo,
aunque viví sin pausa.

Pues si no fui ningún fantasma:
respiré y comí,
di pasos
que se oían
y las huellas de mis dedos
tuvieron que haber quedado en las puertas.

Me reflejé en el espejo.
Llevaba puesto algo de algún color.
Y seguro que hubo gente que me vio.

Quizá ese día
encontré algo que había perdido antes.
Quizá perdí algo que encontré después.

Me embargaron sensaciones, sentimientos.
Ahora todo eso es
como puntos entre paréntesis.

En dónde me metí,
en dónde me enterré,
en verdad no es un mal truco
perderse a una misma de vista.

Agito mi memoria,
tal vez algo en sus ramas,
adormecido por años,
salga de pronto volando.
No.
Evidentemente exijo demasiado:
tanto como un segundo.

Wislawa Szymborska.

Para escribir un currículum.

¿Qué hay que hacer?
Hay que escribir una solicitud
y a la solicitud adjuntar un currículum.

Independientemente de la longitud de vida,
el currículum debe ser corto.

Es obligatoria la concisión y la selección de los hechos.
hay que cambiar paisajes por direcciones,
y vacilantes recuerdos por fechas inmóviles.

De todos los amores basta el nupcial;
y de los niños, sólo los nacidos.

Es más importante quién te conoce que a quién conoces tú.
Los viajes sólo si fueron al extranjero.
Pertenencia a qué, pero sin el porqué.
Y condecoraciones, pero sin la causa.

Escribe como si nunca hubieras hablado contigo mismo
y te evitaras de lejos.

Pasa por alto perros, gatos y pájaros,
trastos y recuerdos, amigos y sueños.

Más bien el precio que el valor
y el título más que el contenido.
Más bien el número de los zapatos que hacia dónde va
ese por el que te haces pasar.
Y además con fotografía con la oreja descubierta.
Cuenta la forma, no lo que oye.
¿Qué se oye por ahí?
El estruendo de las máquinas que trituran papel.

Wislawa Szymborska.

Encuentro inesperado.

SOMOS MUY AMABLES EL UNO CON EL OTRO,
decimos que es bonito encontrarse después de tantos años.

Nuestros tigres beben leche.
Nuestros azores van a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan ante una jaula vacía.

Nuestras víboras se han sacudido los relámpagos,
los monos la inspiración, los pavos reales las plumas.
¡Cuánto hace que dejaron nuestro pelo los murciélagos!

Callamos sin terminar la frase,
sonriendo sin remedio.
Nuestras personas
no saben cómo hablarse.

Szymborska.

Noche.

Y dijo Dios: "Toma ahora a tu hijo, el único
que tienes, al que tanto amas, Isacc, y ve a la
región de Moriah, y allí lo ofrecerás en holocausto
en un monte que yo te indicaré".



¿PUES QUÉ HABRÁ HECHO ISAAC?,
dígame, padre catequista.
¿Quizá rompió con su pelota el vidrio del vecino?
¿Quizá rasgó sus pantalones nuevos
al cruzar la cerca?
¿Tal vez robaba lápices?
¿Espantaba gallinas?
¿Soplaba en los exámenes?

Que los adultos
duerman su estúpido sueño.
yo esta noche
debo pasarla en vela.
Esta noche calla,
pero calla contra mí
y es negra
como el fervor de Abraham.

¿Donde me ocultaré
cuando el bíblico ojo divino
se pose sobre mí
como se posó sobre Isaac?
Dios puede revivir, si quiere,
historias antiguas.
Por eso me oculto entre las mantas,
congelada de miedo.

Al poco tiempo, algo
blanquea tras la ventana,
un pájaro o el viento
comienza a susurrar por mi cuarto.
Pero no hay pájaros
con alas tan grandes,
ni viento
con un camisón tan largo.

Dios finge
que entró volando sin querer,
que no, que para nada es aquí,
y luego se lleva a papá hasta la cocina
para ponerse de acuerdo;
desde una gran trompa le sopla en el oído.
Y cuando mañana, apenas amanezca,
papá me lleve consigo,
iré, iré
negra de odio.

En ninguna bondad, en ningún amor
voy a creer, más indefensa que las hoja de noviembre.
Ni a confiar,
en nada vale la pena confiar.
Ni voy a amar,
a llevar el corazón vivo en el pecho.
Cuando suceda lo que ha de suceder,
cuando suceda,
me latirá un hongo seco
en lugar de corazón.

Y Dios espera,
y desde un balcón de nubes mira
si la hoguera prende
bien, parejo
pero va a ver
cómo se muere de despecho,
pues así voy a morir,
¡no dejaré que me salve!

Desde esa noche,
de un insomnio terrible,
desde esa noche,
de espantosa soledad,
comenzó Dios,
poco a poco,
día a día,
la mudanza
de lo literal
a lo figurado.

Wislawa Szymborska.

La realidad.

LA REALIDAD NO SE ESFUMA
como se esfuman los sueños.
Ni ruidos ni timbres
la dispersan,
ni gritos ni estruendos
la interrumpen.

Las escenas en los sueños
son equívocas y ambiguas,
lo que se puede explicar
de muy distintas maneras.
Lo real representa lo real,
por eso es su mayor misterio.

Para los sueños hay llaves.
La realidad se abre sola
y no se deja cerrar.
Por el resquicio se asoman
certificados y estrellas,
se derraman mariposas
y almas de viejas planchas
gorros sin sus cabezas
y los cráneos de las nubes.
De esto surge un acertijo
que no tiene solución.
Sin nosostros no habría sueños.
Aquel sin quien no habría realidad
no es conocido,
y el producto de su insomnio
se contagia a todo
el que despierta.

No deliran los sueños
delira la realidad
aunque sea por insistencia
con que se aferra
al suceder de los hechos.

En los sueños aún vive
nuestro difunto reciente,
goza de buena salud,
se ve incluso más joven.
La realidad tiende ante nosotros
su cuerpo sin vida.
No retrocede ni un paso.

Los sueños son tan ligeros
que la memoria se los quita de encima facilmente.
La realidad no tiene que temerle al olvido.
Es un hueso duro de roer.
Nos trae de cabeza,
nos pesa en el alma,
se nos enreda en los pies.

No hay escapatoria,
la realidad nos acompaña en cada huída.
Y no hay una estación
de nuestro itinerario
en la que no nos espere.

Wislawa Szymborska.

Vida al instante.

VIDA AL INSTANTE.
Representación sin ensayo.
Cuerpo sin prueba.
Cabeza sin reflexión.

No conozco el papel que tengo.
Sólo sé que es mío, intransferible.

De qué trata la obra,
tengo que adivinarlo sobre el propio escenario.

Mal preparada para el honor de vivir,
apenas si aguanto el ritmo de la acción impuesto.
Improviso, aunque aborrezco la improvisación.
Tropiezo a cada paso con el desconocimiento de las cosas.
Mi forma de ser huele a provincial.
Mis instintos son los de un aficionado.
El miedo escénico, como justificación, me humilla
mucho más.
Siento como crueles las circunstancias atenuantes.

Imposible retirar palabras y reflejos,
las estrellas no contadas,
el caráter, abrigo abotonado sobre la marcha:
he aquí los lamentables resultados de estas prisas.

!Si pudiera ensayar aunque fuera sólo un miércoles antes
o repetir otra vez al menos un jueves¡
Pero ahí está el viernes otra vez con un guión que desconozco.
¿Es justo? -pregunto
(con la voz ronca,
porque ni siquiera me han dejado aclararme la voz
entre bastidores).

Ilusorio es pensar que se trata únicamente de un examen
superficial
que tiene lugar en una sala fortuita. No.
Estoy de pie entre los decorados y veo lo sólidos que son.
Me sorprende la precisión de todo este atrezzo.
Los sistemas rotatorios funcionan ya desde hace tiempo.
Han sido encendidas incluso las más lejanas nebulosas.
Ah, no me cabe duda de que se trata del estreno
Y haga lo que haga
se convertirá para siempre en lo que hice.

Wislawa Szymborska.

La mujer de Lot.

TAL VEZ MIRÉ HACIA ATRÁS POR CURIOSIDAD.
Pero además de la curiosidad pude tener otras razones.
Miré hacia atrás porque me dió tristeza la escudilla de plata.
Por distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para ya no mirar la nuca justa
de mi marido Lot.
Por la seguridad repentina de que si yo muriera
él no se detendría.
Por la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando cómo nos perseguían.
Conmovida por el silencio, pensando que Dios cambiaría de
idea.
Nuestras dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponia mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratones de campo y polluelos de buitre.
Ni buenos, ni malos; simplemente lo vivo, todo,
brincaba y se arrastraba en un temor colectivo.
Miré hacia atrás por soledad.
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
Sentí que me veían desde los muros de Sodoma
y se morían de risa, una y otra vez.
Miré hacia atrás llena de rabia.
Para gozar plenamente su ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones mencionadas.
Miré hacia atrás sin querer.
Fue solo que una roca giró gruñendo bajo mis pies.
Que una grieta de pronto me cortó el paso.
En la orilla un hámster agitaba las patas delanteras.
Y entonces ambos miramos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
arrastrándome y trepando
hasta que la obscuridad cayó del cielo,
y con ella grava ardiendo y aves muertas.
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.
Que haya caído mirando hacia la ciudad.

Wislawa Szymborska.

Tomando vino.

ME MIRÓ, ME DIO BELLEZA,
y yo la creí mía.
Feliz, me tragué la estrella.

Permití ser pensada
a imagen del reflejo
producido en su ojos. Bailo, bailo
al compás de repentinas alas.

La mesa es una mesa, el vino, vino
en una copa, que es una copa
y está estando en la mesa.
y yo soy imaginaria,
increíblemente imaginaria,
imaginaria hasta la médula.

Le hablo de lo que quiere, de las hormigas
que mueren de amor
bajo la conteslación del diente de león.
Juro que una rosa blanca
salpicada de vino, canta.

Me río, inclino la cabeza
con cuídado, como si comprobara
un invento. Bailo, bailo
en una sorprendida piel, en un brazo,
que me crea.

La Eva de la costilla, la Venus de la espuma,
la Minerva de la cabeza de Júpiter
eran más reales.

Cuando él no me mira,
busco mi reflejo
en la pared. Y sólo veo
un clavo del que han descolgado un cuadro.

WS.

A algunos les gusta la poesía.

A algunos,
es decir, no a todos.
Ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismos poetas,
serán dos de cada mil personas.

Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.

La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.

Wislawa Szymborska.

Bufo.

PASARÁ PRIMERO NUESTRO AMOR,
más tarde cien años, y doscientos,
más tarde volveremos a estar juntos:

Comediantes, él y ella,
los predilectos del público,
nos llevarán a escena.

Una farsa: algún cuplé,
baile, un poco, muchas risas,
un agudo cuadro de costumbres
y aplausos.

Estarás más que gracioso
en esa escena, con tu celos,
tu corbata.

Mi cabeza vuelta atrás,
mi corazón, mi corona,
un corazón, mi corona,
un corazón bobo que se rompe
y una corona que cae.

Pasaremos a encontrarnos,
separarnos -carcajadas en la sala-,
inventarnos
mil y un cuentos como excusa.

Y por si tuviérnamos pocos
sufrimientos y desgracias,
nos daremos la puntilla con palabras.

Y después saludaremos
y ya está.
Todo el mundo irá a domir
medio muerto de risa.

Ellos seguirán su feliz vida,
ellos el amor irán domando,
y comerá de su mano el feroz monstruo.

Y nosotros, siempre estando más o menos,
y nosotros con gorritos, campanillas,
y en su ruido animalmente concentrados.

Wislawa Szymborska.

Naturaleza muerta con globo.

EN LUGAR DE QUE VUELVAN LOS RECUERDOS
en el instante de la muerte
solicito el regreso
de las cosas perdidas.

Por las puertas y ventanas: los paraguas,
la maleta, los guantes, el abrigo,
para poder decir:
qué me importa todo eso.

Alfileres, este peine, aquél,
la rosa de papel, la cuerda, el cuchillo,
para poder decir:
nada de eso echo de menos.

Dondequiera que estés, llave,
trata de llegar a tiempo,
para poder decir:
la herrumbre, querida, la herrumbre.

Descenderá una nube de constancias,
de pases, de expedientes,
para poder decir:
el sol se pone.

Reloj, fluye desde el río,
deja que te tome en mi mano,
para poder decir:
finges la hora.

Aparecerá también el globo
secuestrado por el viento,
para poder decir:
aquí no hay niños.

Vuela por la ventana abierta,
vuela por el amplio mundo,
que alguien exclame: ¡Ay!
para poder llorar.

Wislawa Szymborska.

Algo evidente.

Henos aquí, amantes desnudos,
bellos -y mucho- para nosotros mismos,
sólo cubiertos con hojas de párpados,
recostados en una noche profunda.

Pero saben ya de nosotros, saben,
estas cuatro esquinas, este quinto horno,
esas sombras sagaces sentadas en las sillas
y la mesa con su muy significativo silencio.

Y saben los vasos por qué, en el fondo,
el té se enfría sin que nadie se lo tome.
Swift ya no tiene ninguna esperanza,
nadie lo leerá esta noche.

¿Y los pájaros? No te hagas ilusiones:
ayer vi cómo en el cielo
escribían abierta y claramente
el nombre con el que te llamo.

¿Y los árboles? Dime qué quiere decir
su murmullo infatigable.
Dices: tal vez el viento tenga a bien saber.
¿Y cómo supo el viento de lo nuestro?

Entra por la ventana una mariposa nocturna
y con sus alas velludas
ensaya despegues y aterrizajes
zumbando terca sobre nuestras cabezas.

¿Acaso no ve más que nosotros
con agudeza de su vista de insecto?
Yo no lo presentí, tú no lo adivinaste:
nuestros corazones brillan en la oscuridad.

Wislawa Szymborska.

Nada dos veces.

Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.

En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.

No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.

Ayer mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.

Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?

Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.

Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.

Wislawa Szymborska.

Película, los años sesenta.

ESTE VARÓN ADULTO. ESTE HOMBRE SOBRE LA TIERRA.
Diez mil millones de células nerviosas.
Cinco litros de sangre y trescientos gramos de corazón.
Este objeto se ha formado durante tres mil millones de años.

Primero apareció en forma de niño.
El niño puso la cabeza en las rodillas de su tía.
¿Dónde está ese niño? ¿Dónde están las rodillas?
El niño se hizo grande. Ah, ya no es lo mismo.
Estos espejos son crueles y lisos como la calzada.
Ayer atropello a un gato. Sí, fue una idea.
El gato fue liberado del infierno de esta época.
Una muchacha en un coche miró por debajo de sus pestañas.
No, no tenía las rodillas que él buscaba.
A decir verdad, él jadearía ahí acostado en la arena.
Él y el mundo no tienen nada en común.
Él se siente como el asa rota de un jarro.
Aunque el jarro no se da cuenta y sigue acarreando agua.
Es asombroso. Alguien sigue esforzándose.
Esa casa es construdia. Ese picaporte tallado.
Ese árbol injertado. Ese circo actuará.
Ese todo quiere seguir unido aunque está hecho
de fragmentos
Como pegamento pesadas y densas sunt lacrimae rerum.
Pero todo esto de fondo y sólo al lado.
Hay una oscuridad espantosa dentro de él, y en la oscuridad,
el niño.

Oh Dios del humor, haz algo con él, es necesario.
Oh Dios del humor, haz algo con él, finalmente.

Wislawa Szymborska.

Álbum.

NO HAY NADIE EN MI FAMILIA QUE HAYA MUERTO DE
amor.
Lo que pasó, pasó, pero nada de mitos.
¿Romeos tuberculosos? ¿Julietas con difteria?
Algunos por el contrario, llegaron a la decrepitud.
¡Ninguna víctima por falta de respuesta
a una carta salpicada de lágrimas!
Siempre al final llegaba algún vecino
con espejuelos y rosas.
¡Y nadie se asfixió en un elegante armario
al volver de pronto el marido de la amante!
A nadie esos cordeles, mantillas y volantes
le impidieron salir en la fotografía.
¡Nadie con el infernal espíritu del Bosco!
¡Y nadie con su pistola al jardín!
(Con una bala en el cráneo, pero por otros motivos,
murieron en alguna camilla.)
Incluso aquella del extático moño
y de ojos herrados como después de un baile,
Zarpó en una gran hemorragia
no hacia ti, bailarín, y no por melancolía.
Quizá alguien antes del daguerrotipo,
pero de estos del álbum, nadie que yo sepa.
Pasaban las tristezas, y los días uno tras otro,
y ellos, consolados, desaparecían de gripa.

Wislawa Szymborska.

Allegro ma non troppo.

Bella -le digo a la vida-,
más abundante, imposible,
ni más ranil, semillosa
ruiseñorial u hormiguera.

Hago todo por gustarle,
siempre la miro a los ojos.
La saludo antes que nadie
con gesto humilde en el rostro.

Me le cruzo por la izquierda
y también por la derecha,
y me elevo embelesada,
y me caigo sorprendida.

Qué montés el saltamontes,
qué silvestre zarzamora.
Nunca jamás lo creería
si nunca hubiera nacido.

No sé -le digo a la vida-
con qué puedo compararte.
Nadie ha hecho otra piña
ni menos piña ni más.

Me gustas por generosa,
por ingeniosa y exacta,
por impetuosa ¿y qué más?,
por hechicera y tan bruja.

Y para no disgustrala,
provocarla ni ofenderla,
desde hace muchos milenios
la cortejo muy sonriente.

La acorralo en una hoja:
¿se detiene?, ¿me hace caso?
¿Aunque sea por un momento
se le olvida a dónde va?

WS.

Armando Guerrero, Oaxaca, México.