Resplandor púrpura.

Veo los zapatos
de tacón alto y la rosa blanca marchita
encima de la barra
como un puño
apretado.
el whisky acelera el corazón
pero desde luego no ayuda a
la mente y ¿verdad que es curioso cómo se puede sufrir
sólo por la mera monotonía letal de
la existencia?

veo a esa
bailarina de striptease paseándose por encima de
la barra
meneando lo que cree es
mágico
con todas esas caras mirándola
por sobre las carísimas
copas.

¿y yo? ¿aquí? la hostia,
la verdad es que ella me traía
sin cuidado pero me encanta el pulso
de la música insípida y estruendosa venga a aporrear
en el resplandor púrpura, todo esto
tiene algo: creo que no
me había sentido nunca mejor.

la miro, la muñeca
púrpura ta
triste tan barata tan
triste, nunca se te ocurriría
acostarte con ella o escucharla hablar
siquiera, sin embargo, en ese garito ebrio
te gustaría
entregarle el corazón
y decir
tócalo
pero luego
me lo devuelves.

con qué ferocidad baila ahora en
el resplandor púrpura,

el púrpura me causa un efecto extraño:
hubo una noche
hace 30 años,
estaba borracho, cierto y había
un Cristo púrpura en una urna de cristal
a la entrada de una pequeña iglesia e
hice añicos el cristal, rompí
el cristal, y metí la mano y toqué
a Cristo pero
no era más que un muñeco y oí las
sirenas entonces y eché
a correr.

bueno, mi mente no ha sido la misma
desde entonces y escribir ayuda pero no
se puede escribir todo el rato, así que ahora la bailarina
parte el corazón que me queda y no
sé por qué pero empiezo a dar dinero
a todo el mundo en el bar, le doy uno de cinco a este
tipo, uno de diez a ése, pienso que igual les
hace abrir los ojos a la sabiduría
de todo esto
pero ni siquiera dicen
~gracias~, sencillamente piensan que soy
bobo.

el gerente viene y me dice que me vaya
a tomar por saco, le doy uno
de veinte, lo
acepta.

dos amigos
estaban sentados a una mesa
del fondo, me ayudan a levantarme y me sacan del
bar.
a mí me parece que la situación es de lo más
graciosa pero están
encabronados:

¿dónde tienes el coche?

¿Dónde tienes el puto
coche?

no sé, les
digo.

pues es una pena de la hostia, me
dicen y me dejan solo, sentado en
la escalera de entrada a un
edificio de apartamentos.

enciendo y fumo un cigarrillo,
luego me levanto y emprendo el largo
paseo, un paseo que seguro
me llevará al menos un par de
horas
hasta encontrar mi coche (experiencia previa)
pero sé que cuando
lo encuentre, el subidón de
alegría será
lo único que necesite
y que entonces seré capaz de
empezar con mi vida desde cero
otra vez.

Charles Bukowski.

Armando Guerrero, Oaxaca, México.