Se pone el sol.

Nadie lamenta mi marcha,
ni siquiera yo;
pero debería haber un juglar
o al menos una copa de vino.

me parece que molesta sobre todo a los jóvenes:
una muerte lenta y no violenta.
aun así, hace soñar a cualquier hombre;
deseas un viejo barco que se hace a la mar,
la blanca vela recubierta de sal
y el mar que sacude indicios de inmortalidad.

el mar en la nariz
el mar en el pelo
el mar en los tuétanos, en los ojos
y sí, ahí en el pecho.
¿echaremos de menos
el amor de una mujer o la música o la comida
o el retozar del recio caballo
furioso venga a cocear terrones y destinos bien lejos
justo en el momento en que se pone el sol?

pero ahora me ha llegado el turno
y no hay la menor majestad en ello
porque no hubo majestad
antes
y ninguno de nosotros, cual gusanos sacados a mordiscos
de nuestras manzanas,
merece indulto.

la muerte me entra en la boca
y me serpentea por los dientes
y me pregunto si me asusta este morir sordo
y apenas triste que es
como el marchitar de una rosa.

Charles Bukowski.

Armando Guerrero, Oaxaca, México.