¿te hablé alguna vez?


¿Te hablé alguna vez
de aquel maldito loco al que
le gustaba hacer el amor
frente a un
        ventanal?

Y también estaba ése
que se llevó el tocadiscos,
y ése que
rompió las lámparas
y ése con los
pelillos rubios en el
        pecho.

Y ése
en el suelo de la cocina,
y ese que
buscaba la boca
del Río Orinoco.

Y ese alto que
que se hizo guardabosques
y dejó una nota a Roger
confesando que era marica
        (pero Roger ya lo sabía.)

Después está el comunista -está en
Canada
o Florida, solo que creo
que es otro con otro
nombre, y tengo una foto suya
saliendo a rastras de un bote de remos;
tiene un pelo gris precioso y la cara
un poco morada
y escribe estas
        largas cartas de amor.

Y Edward era marica -pero muy cariñoso;
encendía velas, tenía un gran sentido del humor y
las piernas muy peludas -como uno de esos cangrejos
de tierra
        o un coco.

Y Jerry era como un caballo -
si le miraba los ojos
no podía
besarme.
(se hacía pasar por gay
pero no lo era.)
(Lo sé. Oh, siempre lo sé.)

Después estaba mi idilio
del desierto -la verdad es que no me gusta hablar
de ello, pero ya que lo has preguntado-
creo que me amaba
de verdad.
Me emborraché y
me caí del caballo
y me rompí el
brazo
cuando quisimos saltar una valla
montando los dos juntos
y su mujer me amenazó con
matarme
        de modo
                   que
                       me largué de la ciudad.
Solía subirme al
tejado con Manny.
Era muy raro.
Sus padres lo habían malcriado.
Mirábamos la luna con
un telescopio: yo estaba
en el borde del tejado
y lo sujetaba
y él se sentaba
un poco más atrás
y miraba.

Y Carl tiene mi Drama
Through the Ages, de
Euripides a Miller. 
(Tengo que escribirle para pedírselo. ¿Te
importa? Ese Carl-

era mi cumpleaños
y entré
y estaba inconsciente
borracho como una cuba
en el sofá
y le tiré
unas flores
(con jarrón y todo)
y se levantó
y me enseñó el más diminuto
brazalete de oro
en una pequeña caja de fieltro,
y llore
(Oh sí, lo quería. De verdad
que lo quería -era muy dulce,
y siempre le estaba escribiendo a su madre -
"¡Dime cómo está Rita, por favor!"
 pero su madre
       nunca se lo decía.)

Después estaba aquel viejo alemán bastardo
nunca saben cuándo rendirse.
Era calvo y yo lo odiaba,
parecía un sapo enfermo
y tenía mal aliento,
pero lo más divertido
era todo aquel pelo que tenía
en la barriga. Nunca me lo hubiera
imaginado.
Tenía un montón de dinero
pero estaba casado,
viejo bastardo
y me dijo
que me quería,
y me contrató como
secretaria,
siempre andaba jugando,
viejo bastardo,
y al final se escapó,
aunque yo podría habérselo quitado
a su mujer
pero no soportaba a aquel viejo
bastardo.

¿Vincent?
No. No era nadie. Tenía miedo
de su hermano.
"¡Mi hermano!" gritaba
y salíamos corriendo por la puerta de atrás
hacia el jardín desnudos
o en bragas y sostenes.
Hice cortinas para su casa
y me llamaba hija
y cocinaba para él
y escribía todo en un pequeño
cuaderno negro y llevaba una gorra de marinero.
Tiraba dinero al suelo
y tocaba el órgano. . .
escribió una ópera para Órgano
titulada el Emperador de San Francisco.
Pero sobre todo me gustaba porque
conocía a los chicos,
una vez me llevó a Newman para que los conociera,
y en una ocasión, antes de que se volviera tacaño
me envío dinero
cuando estaba tirado en las islas.

Y Gus -era como un padre para mí-
hacía mucho tiempo que lo conocía.
Lo conocí en las islas
cuando estaba tirado.
Creo que me salvó la vida.
Me echaron porque me habían pillado en las
barracas.
Pero él lo entendió.
Oh, ya sé que no te gustaba,
Pero es tan comprensivo.
Y cuando Vincent me envió el dinero
los dos nos venimos a Estados Unidos.
Me dijo que se quería casar conmigo
pero tenía que cuidar a su
madre
que tenía una especie de
enfermedad crónica.
Siempre volvía a
las islas,
completamente perdido,
totalmente perdido.
Ahora no lo conocerías.
Dejó de beber
y pesa 150 kilos,
(y besaba igual que tú,
y tenía unos pequeños alambres en la pierna
izquierda, pero nunca me lo contó. . .)

. . . y el chofer
entró en la habitación
con un pollo vivo
en una cesta.
El tío agarró el pollo
por el cuello
y empezó
a retorcerlo y retorcerlo
y tendrías que haber oído
a aquel pollo chillar
y entonces le pegó un tajo con un cuchillo
y la sangre
cayó como una lluvia
y el tío
tocó su flautín
y me miró a los ojos,
y eso es todo,
aunque hizo que me quitara
el vestido.
Me dio 25 dólares
pero de algún modo
todo aquello
me enfermó.

Nicholas era un maricón
impotente
y era mi amante.
Aún tiene mi
e.e. cummings.
El primero estaba loco.
Hacía sonar
hojas de higo
sentado encima de la mesita del café
con la manos enredadas en mi pelo.
Tocaba el oboe
y ya sabes lo que
dicen del oboe:
pero me lo
robaron
y era como un niño.
Le dio el oboe a un bailarín clásico
que se había roto la
pierna en
un taburete plegable
mientras
hacía una excursión
en los Adirondacks.

Estuve comprometida con Arlington
solo tres semanas.
Y me arrancó el anillo del dedo
diciendo que no
quería casarse con todo
un ejercito de maricones.
Un tiempo después se echó a llorar sobre mi hombro
y me dijo que era una abeja reina
y un general
y que se había estado engañando
toda la vida.
Lloré cuando se marchó.

Ralph fue el único, eso creo,
que me amó de verdad,
pero no valoraba las cosas
más sutiles:
creía que Van Gogh era un pítcher
de Brooklyn y que George Sand salía
con Zsa Zsa Gabor.
Y cuando me envió dinero desde East Lansing
me compré un equipo de alta fidelidad y un toro de juguete
de ojos azules
y lo llamé Keithy-orinal
Le envié a Ralph una azalea prensada y una foto
mía
totalmente doblada
en bikini.

Sherman tenía miedo a la oscuridad.
Murió al tragarse un
hueso de cereza. Roger -ya te hablé
de
él; una vez Roger empezó
una buena historia
pero nunca la acabó
        Iba de un maricón
sentado en una mesa
en un club nocturno
y entonces llegaban aquellos tipos -
pero, oh, no puedo explicarlo.

Peter se matará un día.
Art se matará.
Tommy pegó fuego a la cama y
le dio una paliza a su madre. Yo solo
viví con él
por ella. Fuimos
a la Misa Alkaseltzer
juntos. Una vez
le pegó al
bajar del tranvía.
Después me pegó a mí. Lo odiaba,
pero era como una madre para mí.
Y entonces te conocí a ti.

¿Te acuerdas de aquél domingo en
el Round Duck?
Tú dijiste,
      Vámonos a
      México.
Y me llevaste a
tu casa
y me leíste a Erle Stanley Gardner
y después te quedaste un rato
en la ventana.
Te parecías a mi padre.
Tendrías que haber conocido a mi padre.
Era un borracho.
Oh, estoy tan contento de haberte conocido.
Haces que
me sienta tan
bueno. Cariño  eres un
hombre.
¡El único
HOMBRE
de verdad que he conocido en mi vida!
¡Oh querido, cómo te
esperaba!
Yo tengo las manos frías y
¿tú tienes los pies
más divertidos!

Te quiero. . .


Charles Bukowski.




Armando Guerrero, Oaxaca, México.