Las palabras exactas


Diez millones de puertas acaban de cerrarse. Un millón de palabras
se acaban de decir. Un millón. Una sola.
El mundo se mueve, los ríos entran en la garganta de leones y antílopes,
el árbol crece, se reduce el anciano, la sangre se abre paso
a través de una piel joven, hogueras enormes se encienden en el este,
se inclinan los árboles por el peso de la nieve en el norte,
las focas avanzan como astillas que penetran la espalda de las aguas glaciales,
un hombre se arrodilla y utiliza palabras temblorosas
para decir una oración, nadie le escucha, él mismo no comprende lo dicho.
Todo avanza. Los días se repiten como el estribillo de una canción
y lo que cuenta ya ha sido contado antes.
El pasado dio un paso y me alcanzó.
La antigua constelación ha llegado por fin a la pupila del astrónomo.
Y aunque todo lo que partió de mí ha regresado a mí de muchas formas distintas,
nada puede explicarme ese rumor que avanza en lo subterráneo
como una colonia de hormigas que crece a través de lo que devora.
Nadie puede explicarme tampoco este instante más grande
ni puede darle un nombre a esta escena de siluetas que crecen sobre el polvo.
Esta noche la brisa en mi cabello también es un fantasma que me cuenta una historia
que no quiero escuchar: la de esos bellos muertos que también son mis muertos,
las siluetas atrás tiradas como arbustos en la niebla nocturna.
Un millón de ventanas acaban de cerrarse y otro millón de abrirse.
Sobre esta calle larga camino. Nada existe
de lo que me rodea. El mundo es una sombra que envuelve mi cabeza.


Jorge Galán.

Godzilla en México


Atiende esto, hijo mío: las bombas caían
sobre la ciudad de México
pero nadie se daba cuenta.
El aire se llevó el veneno a través
de las calles y las ventanas abiertas.
Tú acababas de comer y veías en la tele
los dibujos animados.
Yo leía en la habitación de al lado
cuando supe que íbamos a morir.
Pese al mareo y las náuseas me arrastré
hasta el comedor y te encontré en el suelo.
Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba
y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte
sino que íbamos a iniciar un viaje,
uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.
Al marcharse, la muerte ni siquiera
nos cerró los ojos.
¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,
¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
en la gran sopa podrida del azar?
Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,
héroes públicos y secretos.



Roberto Bolaño.

Amor en el hospicio


Una extraña ha venido
a compartir mi cuarto en esta casa que anda
mal de la cabeza,
una muchacha loca como los pájaros
traba la puerta de la noche con sus brazos, sus plumas.
Ceñida en la revuelta cama
alucina con nubes penetrantes esta casa a prueba de cielos
hasta alucina con sus pasos este cuarto de pesadilla,
libre como los muertos
o cabalga los océanos imaginarios del pabellón de hombres.
Ha llegado posesa
la que admite la alucinante luz a través del muro
saltarín,
posesa por los cielos
ella duerme en el canal estrecho, hasta camina en el polvo
hasta desvaría a gusto
sobre la mesa del manicomio adelgazada por mis lágrimas.
Y tomado por la luz de sus brazos, al fin, mi Dios, al fin
puedo yo de verdad
soportar la primera visión que incendia las estrellas.



Dylan M. Thomas.

Proemio


El fenómeno denominado Yo
es esta provisional lámpara de luz azul
una lámpara orgánica de corriente eléctrica
(todo un sistema de espectros transparentes)
en mi titilan los paisajes y todas las cosas juntas

frenéticamente mientras continúa encendida
esta iluminación azul del karma
(su luz persiste aunque la lámpara se desvanezca)

Y hace veintidós meses
que reúno los instantes contemplados desde el pasado
en papel y tinta
en bosquejos mentales
en escenas trazadas de luz y sombras
hasta llegar
a este preciso momento
(en que centelleo
y todo es simultáneamente
el sentimiento de todas las cosas)

Humanos y ashuras*, galaxias y erizos de mar
todos comen polvo de estrellas
respiran del aire o del agua salada
mientras piensan en sus nuevas ontologías
y es porque cada uno es después de todo
un corazón particular del paisaje

Como estos paisajes que recuerdo en mí
como las escenas guardadas en mi solitaria naturaleza
que quizá no significan nada
o quizá sea una manera en que la nada significa
al grado común de un compartir total

(En la misma manera que comparto mi ser en todas las cosas
la totalidad del ser de cada una de las cosas se da para mí)

Mientras tanto mis palabras se reflejan
en la brillante y monstruosa acumulación del tiempo
aluvial y Cenozoico
y cambian sus estructuras
y también sus partes
en lo que ahora parece un punto
visto a la luz y sombra
(o los billones de años del Asura)

Aunque es posible que el impresor y yo
sólo intentamos ensamblar la extrañeza
de la misma forma que nuestros sentidos
nuestros paisajes y personalidades
de la misma forma que la conciencia de nuestros recuerdos
y la historia geológica de la Tierra
o los mil datos diversos
(en la red causal del karma)
que sólo basamos en nuestra percepción común

Nosotros somos los que no veremos más allá
y es probable que en dos mil años
el surgimiento de una diferente Geología
revelará una a una las evidencias del pasado
de modo que cada hombre pensará que dos mil años antes
pavo reales incoloros poblaban el azul del cielo
mientras nuevos estudiantes excavan fósiles espléndidos
entre los resplandecientes cristales de nitrógeno congelado
en los estratos superiores de la atmósfera
y cuando todo esto se conozca
quizá en algún estrato de arenisca del Cretácico
se descubran las huellas gigantes de una humanidad transparente

Todas estas teorías
son la imaginación y el tiempo de la naturaleza
la cuarta dimensión dentro de la cual nos preguntamos

20 de enero de 1924


Miyazawa Kenji.




* Del sánscrito asura, literalmente “no dioses” y a veces traducido como “semidioses” o “titanes”, se refiere a una clase de divinidades que dentro del esquema de los seis destinos del renacer budista se encuentra entre el mundo de los dioses y el mundo de los humanos, pero que se considera por lo general un destino no deseable. Se dice que los asuras envidian la fortuna de los dioses y por lo tanto están en constante guerra contra estos para acceder al reino que perdieron.


[Nada queda de nada. Nada somos]


Nada queda de nada. Nada somos
Un poco al sol y al aire demoramos
la irrespirable tiniebla que nos pese
        de la húmeda tierra impuesta,
cadáveres aplazados que procrean.

Leyes hechas, estatuas altas, acabadas odas:
todo tiene su tumba. Si nosotros, carnes
a que un íntimo sol da sangre, tenemos
       poniente, ¿por qué no ellas?
Somos cuentos contando cuentos, nada.


Ricardo Reis.


Armando Guerrero, Oaxaca, México.