Caldera de diablos eléctricos / mi piel a la caza de tus hornos
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Caldera de diablos eléctricos
tu piel contra mi piel hace milagros.
M.S. Papasquiaro.
Caldera de diablos eléctricos / mi piel a la caza de tus hornos
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Caldera de diablos eléctricos
tu piel contra mi piel hace milagros.
M.S. Papasquiaro.
Todo lo que hago todo lo que escribo me aleja de la gente que quiero Si es bueno se desconciertan si es malo se avergüenzan Arriesgando el amor que me profesan camino descalzo por arenas movedizas.
William Carlos Williams.
Yo soy ese dolido por amor. ¿No gravita la Tierra? ¿La materia doliente no atrae a la materia? También mi cuerpo a todo aquello que conoce.
Walt Whitman.
Nos van a conocer por ser una cultura con pánico
a la muerte y ansias de poder, que trató de abolir
para unos pocos la precariedad y poco le importaron
las penurias de la mayoría. Nos van a conocer
por ser una cultura que enseñó e instó
a acumular objetos, que dijo poco y nada
sobre la calidad de vida de los otros (otra gente),
de los perros y los ríos. El mundo, dirán ellos,
es un bien de consumo. Dirán que a esta estructura
la sostiene la política, y en efecto es así, y también
van a decir que la política no es más que un dispositivo
que regula lo que siente el corazón, y que en aquella época
el corazón era una piedra dura llena de mezquindad.
Mary Oliver.
...
Quien quiere poco, tiene todo; quien nada quiere
es libre; quién no tiene y no desea,
hombre, es igual a los Dioses.
Ricardo Reis.
LA ASOMBROSA realidad de las cosas
es mi descubrimiento de cada día.
Cada cosa es lo que es,
y es difícil explicarle a alguien cuánto me alegra esto,
y cuánto me basta.
Basta existir para sentirse completo.
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Alberto Caeiro.
¿Será sólida el alma, como el hierro?
¿O delicada y frágil, como alas
de polilla en el pico del búho?
¿Quién tiene alma y quién no?
Me la paso mirando.
La cara del alce tiene la misma tristeza
que la cara de Jesús.
El cisne despliega lentamente sus alas blancas.
En el otoño, el oso negro lleva hojas a la oscuridad.
Una pregunta lleva a la siguiente.
¿Tendrá forma? ¿Como de iceberg?
¿Como de ojo de colibrí?
¿Tendrá un solo pulmón, como las víboras y las vieiras?
¿Por qué tendría que tener alma yo, y no la osa hormiguera
que ama a sus crías?
¿Por qué yo, y no el camello?
Si me pongo a pensar: ¿y los arces?
¿Y los lirios azules?
¿Y las piedritas, tiradas por ahí solas, a la luz de la luna?
¿Y las rosas, y los limones, y sus hojas relucientes?
¿Y el pasto?
Mary Oliver.
10
Ya el delirio no me solicita.
Vivo sobre la sal, levantándome y cayendo, día tras día. Como, ando, me
acuesto sobre lo que me sostiene sin pedir una aclaración, sin esperar nada.
Soy cuerpo. Me llamo tensión, debilidad, silencio, piel, nervio, olor, yerro.
Me arrastro, toco hierba, me hago suelo. Lo inefable no me quiere.
Hace años dejé de preguntar. Desistí en un filo.
Las ventanas dicen vivir.
El pensamiento escarba, escarba.
Soy una cuerda que se abraza a la última proximidad.
Vibrante querer.
Ducho en disensión, en rotura, en desvivir, persisto.
Arrastro una historia anonadada.
Soy flaqueza máxima. Mis piernas se doblan. No llego, no llego.
¿De dónde sale la fuerza cuando sigo? Soy el sordo, el exabrupto, el golpe
en la mejilla, el veneno de la suavidad, el manto del loco, el que hostiga al
fervor, el sórdido tubo, la ciénaga sin fulgor, la horma de nuestra ignoran-
cia, el que se hace, se deshace, se hace.
Rafael Cadenas.
Tengo una cicatriz en la barbilla.
Me la hice a una edad en que tenía
un motor de colibrí en las alas.
Mamá asegura que no me asusté
cuando la piel abrió su terciopelo rojo.
Aunque yo no le creo,
nunca he sido valiente ante el dolor.
El resto de la historia
es esta cicatriz:
una huella pálida, sin vello,
la piel vulnerable en sus costuras.
Por eso no me dejo la barba,
habría un surco estéril, un río blanco,
un rayo de calvicie.
Y no es verdad que cada marca
que hace el tiempo implica una lección.
Yo no supe aprender.
Lo prueban las heridas
que me hago en todas partes
además del cuerpo.
Aunque ya no tenga
motor de pájaro
sino de lagartija,
sigo cayendo sin meter las manos.
Orlando Mondragón.
El tiempo era, al final, nuestro único tema.
Por suerte, vivíamos en un mundo con estaciones:
sentíamos que teníamos acceso a cierta variedad:
oscuridad, euforia, varios tipos de espera.
Supongo que, en rigor de verdad, nuestros intercambios
no se podían llamar conversaciones, porque se imponía
el acuerdo, la repetición.
Y aún así, sería un error pensar que no teníamos
idea de lo que le pasaba al otro y que no respondíamos
en profundidad al mundo, como sería un error pensar
que vivíamos vidas limitadas o vacías.
Teníamos gran riqueza.
Teníamos, de hecho, todo lo que veíamos
y si bien es verdad que no veíamos
ni demasiado lejos ni con mucho detalle,
lo que podíamos discernir lo absorbíamos
con un hambre que apenas se imaginan los jóvenes,
como si toda la experiencia se hubiese canalizado
en estas pocas percepciones.
Canalizado sin dejar recuerdo.
Porque para nosotros, el pasado era un referente perdido,
una imagen perdida, un relato perdido. ¿Qué contenía?
¿Había amor ahí? ¿Alguna vez
habrá habido un esfuerzo sostenido? ¿Y fama?
¿Habrá habido algo así alguna vez?
Al final, no hizo falta preguntar. Porque sentíamos
el pasado; estaba, de algún modo,
en esas cosas, el jardín de adelante y el de atrás
las impregnaba, dándole al arbolito de membrillo
un peso y un sentido casi insoportables.
Perdida por completo y a la vez extrañamente viva, la totalidad de nuestra existencia humana:
Sería un error pensar
que porque nunca salíamos del jardín
lo que sentíamos era reducido o parcial.
En su grandeza y su esplendor, el mundo
estaba al fin presente.
Y de eso conversábamos o hacíamos alusión
cuando se nos daba por hablar.
El tiempo. El árbol de membrillo.
Y tú, en tu inocencia, ¿qué sabes de este mundo?
Louise Glück.
Permítete vaciarte por completo.
Permítete una calma verdadera.
Las cosas van y vienen a la vez.
La planta es flor porque va a ser raíz.
Volver a la raíz: eso es la paz.
Es lo que algunos llaman el destino,
y esa vuelta también es la constancia.
Reconocer esa constancia es luz,
y no reconocerla, incoherencia.
A su vez, la constancia es comprensión,
que es apertura y magnanimidad.
La magnanimidad: eso es el cielo.
El cielo y el camino son lo mismo:
son largos aunque el cuerpo sea corto.
Lao - Tse.
¿Por qué no me amas? Te puedo dar todo esto:
la tierna cabeza de tu papá indultada por el tiempo, con
las comisuras de los labios limpias de azúcar. Tus árboles
han visto más humo que crepúsculo. Tus sedas & tu ropa
de cama ya no están. Esto también lo vi pasar. Ciertamente,
algo oscuro se rompió en una habitación a oscuras. Tal vez tu
maldición, a lo mejor el hechizo que te protegía. Suponiendo
que tuviera la respuesta, ¿& entonces? Mucho más fácil para mí
sacarte a patadas de acá que sonsacarte algo. Tu hogar, el lecho
de un río, un chorrito de agua entre los dedos de los pies. Tú,
la bestia peluda. Podría jurar que te conozco. Eres de
un lugar que tiene muchos dioses terribles. No tengo nada
que pueda servirte. Si deseas tanto lo divino,
puedes inventar a otra persona. No le importa a nadie.
Logan February.
...