Tarde, ya tarde llegué a tu cuerpo,
-tarde,
por culpa de mis dioses, por culpa del camino
cuyas amargas piedras me desviaron.
Tarde a tus labios y a tus ojos,
tarde a tus senos
y al errante susurro de tus palabras.
Tarde, para llegar temprano, llegué tarde.
Mi sombra iba delante y yo detrás, despacio,
en otra esfera, otra galaxia,
en no sé qué país lento y remoto.
Me apuré al retardarme,
para ser más veloz me he demorado,
quise estar antes que mis pasos,
descubrir otra senda inexistente.
Tarde en la noche que no tiene noche
y en los relojes que no tienen horas,
tarde pero sin tarde: nuestros dos cuerpos juntos
que uno solo se vuelven cuando se borra el tiempo.
Eugenio Montejo.
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