Acaso una Palabra

                             I
 
Acaso una palabra
tan sólo, sé decir: al despedirme,
lo más mío de mí se precipita
afuera, y busca y toma lo que amo.
 
Decir adiós, hablar para perderte,
y saber que un instante,
el anudado instante en que lo digo,
puedo tenerte asida y te detengo.
 
Abro luego las manos, quedas libre.
Y el corazón te grita que te quedes
y no lo entiendes. Nunca
lo pudiste entender. Estamos solos.
 
Hay en todas partes una espina
extraña. Un soplo de ceniza ardiendo
tiembla en los corazones y las calles.
Es antes de la noche.
 
 
Rubén Bonifaz Nuño.

Pregunta más allá

¿Por qué pregunto dónde estás
si no estoy ciego,
si tu no estás ausente?
Si te veo,
ir y venir,
a ti, a tu cuerpo alto
que se termina en voz,
como en humo la llama,
en el aire, impalpable.

Y te pregunto, sí,
y te pregunto de qué eres,
de quién;
y abres los brazos
y me enseñas
la alta imagen de ti,
y me dices que mía.

Y te pregunto, siempre.


Pedro Salinas.

Armando Guerrero, Oaxaca, México.