Nací en un bosque.
No sé cómo me llamo.
Nací en una montaña pero cambié
de idea. Nací
en el desierto. Toda mi gente
se murió en el incendio y me dejó
con los dioses. Me llamaban polvo.
Y cómo me quemaba. Vengo del mar,
yo creo. Vengo del berilio,
de la aguamarina. Toda mi gente
cruzó el borde del mundo a galope
tendido y me dejó en la puerta
de tu casa. Me llamaban
tristeza. No sé cómo me llamo.
Vengo de la guerra. Y cómo me quemaba.
Nací en llamas, yo creo. Un sol
del todo intencional. Un sol en reposo,
en constante crepúsculo, que se hunde en la tierra.
Camille Rankine.
Genealogía
EL VIAJE
Un día por fin supiste
lo que tenías que hacer, y lo empezaste,
aunque voces a tu alrededor
insistían en gritar
malos consejos,
aunque toda la casa
se puso a temblar
y sentiste el viejo tirón
en los tobillos.
“¡Arréglame la vida!”,
gritaba cada una de las voces.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que tenías que hacer,
a pesar de que el viento levantara
con sus dedos rígidos
hasta los cimientos mismos,
aunque su melancolía
fuese tremenda.
Ya era bastante tarde
y era una noche espantosa
y la carretera estaba llena
de ramas y piedras caídas.
Pero poco a poco,
a medida que dejabas atrás sus voces,
las estrellas comenzaron a arder
a través de las capas de nubes,
y se oyó una nueva voz
que lentamente
reconociste como tu propia voz,
que te hacía compañía
mientras te adentrabas más y más,
en el mundo,
decidido a hacer
la única cosa que podías hacer
decidido a salvar
la única vida que podías salvar.
Mary Oliver.