El que sabe, no habla.
El que habla, no sabe.
Cierra la boca,
baja la persiana.
Desafila su filo,
suelta sus ataduras,
atenúa su brillo
y se hace uno con su propio polvo.
No le importan ni el odio ni el amor,
ni el lucro ni las pérdidas;
no escucha los elogios ni las burlas.
Por eso lo respeta todo el mundo.
Lao - Tse.