Un día extraño.

Era uno de esos calurosos y agobiantes días en Hollywood
Park
y una inmensa multitud, una
cansadora, grosera, tonta
multitud.

gané en la última carrera y me quedé a recoger el premio y cuando
me subí al auto
había una inmensa congestión de autos intentando
salir de allí.

entonces me saque los zapatos, me senté y esperé, prendí la
radio, con suerte encontré música clásica, encontré
un poco de whisky en la guantera, lo destapé
y tomé un
trago.

dejaré que todos salgan
pensé, después me
voy.

encontré tres cuartos de un cigarro, lo prendí, tomé otro trago
de whisky.

escuchaba la música, fumaba, tomaba del
whisky y veía a los perdedores
salir.

incluso había por allí un jueguito de mierda
a unas 100 yardas al
este

entonces aquello
terminó.

decidí terminarme el poco
de trago.

eso hice, me estiré en el
asiento.

no sé cuanto tiempo
dormí
pero al despertar estaba oscuro y
el estacionamiento estaba
vacío.

decidí no ponerme los zapatos, encendí el auto
y salí de
allí…

al volver a mi lugar pude escuchar el teléfono
que sonaba.

mientras metía la llave en la puerta y la abría,
el teléfono seguía
sonando.

caminé, levanté el
teléfono.

"¿aló?"

"hijo de puta ¿dónde has
estado?"

"en el hipódromo"

"¿el hipódromo? ¡son las 12 y media de la noche! ¡he estado
llamándote desde
las 7 de la tarde!"

"recién acabo de llegar del
hipódromo".

"¡no te creo!"
y ella colgó.

caminé hacia el refrigerador, saqué una cerveza, fui
al baño, dejé el agua corriendo en la
tina.
terminé la cerveza, saqué otra, la destapé y
me metí en la tina.

el teléfono sonó
de nuevo.

salí de la tina con mi cerveza y
dejando todo mojado
caminé hacia el teléfono, lo levanté.

"¿bueno?"

"¡hijo de puta, todavía no
te creo!"

y me colgó.

caminé de vuelta a la tina con mi cerveza,
dejando una estela de
agua.

en cuanto logré meterme a la tina
el teléfono sonó
otra vez.

lo dejé sonar, contando las
veces que lo hacía: 1,2,3,4,5,6,7,8,9,
10,11,12,13,14,15,
16,…

ella colgó.

entonces, unos 3 o 4 minutos
pasaron.
el teléfono sonó
de nuevo.

conté las veces:
1,2,3,4,5,6.7.8,
9,…

entonces hubo
silencio.

en eso me acordé que había
dejado mis zapatos en el
auto.
no importaba, sólo que tenía
un par.

no era probable, sin embargo, que alguien
quisiera alguna vez robar ese
auto.
me salí de la tina para buscar otra
cerveza,
dejando otra estela
tras de mí.

era el final de un
largo
largo
día.

Charles Bukowski.

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Armando Guerrero, Oaxaca, México.