Poemas de unas horas místicas.

1
Es inútil. Todo vuelve a nacer.
Para la obscura boca que nos traga,
para el amor y el odio,
para el llanto,
aquí estamos.
Sobrevivientes del día de ayer,
con los ojos puestos a secar al sol
y con el corazón extendido en la mano como una carta.

A tí, Dios, acudo
para rayarte la espalda terca
y pegarte en la oreja hasta que vuelvas a verme,
padre mío, justo.

He caminado de rodillas todos estos días,
dormido sobre brasas,
y estoy débil
como un hombre en su primer día de muerto.

2
En estra gran aventura nuestra, mía
Dios mío, pierdo.
Por subterráneos andamos, buscándonos, llamándonos,
igual que dos amigos perdidos.
Inextricable estás,
madeja de sombra, raíz obscura, obscura,
nido de sirenas.
Con ojos de tres meses te espero,
corazón alambrado.

Dios, hermano, lo que no sé,
lo que no quiero, viejo porvernir.
Estoy desmantelado, aguardándote,
y siento tus pasos sobre mi pecho, crujiendo
como sobre un piso de maderas podridas.
Vacío y viejo, y con miedo y con odio,
en mi soledad te acecha mi amor
para atraparte, vivo, como a un pájaro.

3
Bajo tus alas, en la dura sombra
que te baja a mis manos,
enclenque estoy, torcido, como un árbol torcido.
He visto, he estado con gentes a quienes quiero,
me la he pasado hablando, haciendo,
aquí y allá, tratando de corregirme,
de crecer en medio de las cosas perfecto.
Pero no sé, no puedo, necesito.

A picotazos me tratas
y estoy cansado, malherido.
Tercamente, igual que un mono, estoy limpiándome,
quitándome las manchas con todo y piel,
caído en tu tierra de almas.

4
Viene, Señor, de todos los días
una agria memoria
más lenta, más fuerte, más honda
que este deseo.
Viene mi rostro de quince años
y vienen otras caras y mi cadáver.

A lo largo de todos
me extiendo
como una vara de humo,
y mi corazón es largo igual que la música.

Y ahora sigo tu rastro,
olfateo como un sabueso cansado.

5
Todo lo que digo de ti es cierto
cuando te bendigo,
cuando hablo mal de ti:
es lo que Tú dices de Ti,
yo soy tu instrumento.
Con esta misma mano con que escribo
me he llevado en este momento el pan a la boca
y he olido que mi mano huele, reciente,
y ese doloroso olor del sexo femenino
que hasta en la vírgenes no resiste a las horas.
He comido mi pan con olor
mientras pensaba y pienso que entre tú y yo hay
alambradas
en que queda sólo la piel de uno, del más debíl, del más
deseoso.

Yo no me lamento.
Yo siento que estoy bien,
Que está bien todo lo que has hecho o deshecho.
Tú eres el más fuerte.

6
Estoy vecino al caos, a la imagen.
Siento que sube el nivel del vacio en mi vaso.
y me place aniquilarme.
Mi cabeza, sobre una charola, en mis manos,
predice el porvenir
y guiña un ojo a la mujer bonita.

Hermano, amigo mío, entreténme en algo,
méteme una hormiga en la oreja,
arráncame una uña,
dame un pedazo de destino.

Porque esta soledad sin oficio
es peor que todo,
es un croar en el corazón.

Ábreme, Padre, la puerta del patio
y dejame que me eche por allí,
sobre tu obscuro olor.

Jaime Sabines.

1 comentario:

Panchito Mora dijo...

Unico,maravilloso describe la esencia de la soledad, lo más profundo de esta la desesperación por ser feliz. Lo busqué por años lo escuché en la radio hace unos 20 años leído por Jordi Soler


Armando Guerrero, Oaxaca, México.