¿TIENE UNO, COMO LA NATURALEZA, sus estaciones, sus ciclos de vida? En el curso de quince o veinte días pasa una primavera y un verano en el fondo del alma, y luego viene un día violento en que nos quedamos sin hojas, y fríos, e inmóviles.
Alma mía, cosechadora de lo que siembro con el sudor de mi frente, con el frío sudor de mi frente, ¿puedes decirme a qué horas nos encontramos, en qué sitio desierto vamos a vernos?
El diablo no hace caso de mis citas, y Dios es sordo desde hace tiempo: ven tú alma mía, testigo mío, dame todo lo que no tienes en tus manos, lo que no te pertenece, tu sonrisa, tus lágrimas.
¿Qué voy a hacer con ello? Nada. Quisiera echarte gasolina encima y prenderte fuego, alma mía. Para recuperarme.
Jaime Sabines.
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