MI CUERPO errante se fatiga
de llevarme despacio por la tierra,
de andar conmigo horas y horas
caviloso, al lado de su huésped.
A veces docíl se detiene
para suplirme un ademán, un gesto;
después se suelta de mis manos,
se distrae contemplando las piedras...
Así paseamos juntos la ciudad,
absortos, hostiles en secreto;
él con la forma de mis padres,
su sangre, su materia,
yo con lo que queda de su sueño;
los dos tan cerca que los pasos
se nos confunden en la niebla.
Eugenio Montejo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario