Estoy demasiado cerca para que me sueñe.
No vuelo sobre él, no me le escapo
por las raíces de los árboles. Estoy demasiado cerca.
El pez en la red no canta con mi voz.
Ni rueda de mi dedo el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa se incendia
sin mí pidiendo ayuda. Demasiado cerca,
para que suene la campana en mi cabello.
Demasiado cerca como para poder entrar como invitado
frente al que se apartan las paredes.
Nunca más volveré a morir tan levemente
tan más allá de mi cuerpo, tan sin saberlo,
como alguna vez en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la reluciente piel de esa palabra
inmovilizada en un abrazo. Él duerme,
más accesible en este instante para la cajera
del circo ambulante con un solo león, a la que ha visto una vez
en la vida, que para mí recostada a su lado
En él crece ahora un valle dorado para ella,
encerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Yo estoy demasiado cerca
para caerle del cielo. Mi grito
podría sólo despertarlo. Pobre,
limitada a mi propio personaje;
y fui abedul, y fui lagarto
y salía de los tiempos y del atlas
cambiando mi piel de color. Y tenía
la gracia de esfumarme ante sus sorprendidos ojos,
riqueza de riquezas. Estoy cerca,
demasiado cerca para que me sueñe.
Y saco el brazo de bajo su cabeza,
entumido, lleno de agujas imaginarias
En la punta de cada una de ellas, esperando a ser contado,
reposa ángel caído.
Wislawa Szymborska.
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