Nos gusta ducharnos después
(a mí me gusta el agua más caliente que a ella)
y su rostro siempre está suave y lleno de paz
y ella me lava primero
me extiende el jabón por las pelotas
las levanta
las aprieta,
luego me lava la pistola:
“¡oye esto sigue duro!”
luego me lava el vello de ahí abajo,
el ombligo, la espalda, el cuello, las piernas,
yo sonrío sonrío sonrío,
y después la lavo yo a ella…
primero su cosita,
me pongo detrás, mi pistola en sus nalgas
suavemente enjabono los vellos de su cosita,
lavo ahí con un movimiento suave
tal vez me detenga más de lo necesario,
luego las piernas por detrás, el trasero,
la espalda, el cuello, la hago girar, la beso,
enjabono los pechos, luego el ombligo, el cuello,
las piernas por delante, los tobillos, los pies,
y luego su cosita, una vez más, para que me dé suerte…
otro beso, y ella sale primero,
se seca, a veces canta mientras yo sigo allí
pongo el agua más caliente
disfrutando los buenos momentos del milagro amoroso
luego salgo…
normalmente es por la tarde y todo está tranquilo,
y mientras nos vestimos hablamos sobre qué otra cosa
podríamos hacer,
pero el estar juntos resuelve casi todo,
en realidad, lo resuelve todo
porque mientras esas cosas estén resueltas
en la historia de una mujer y
un hombre, es diferente para cada cual,
mejor y peor para cada cual…
para mí, es tan espléndido como para recordarlo,
tras la marcha de los ejércitos
y de los caballos que pasan por las calles afuera,
tras los recuerdos del dolor y el fracaso y la desdicha:
Linda, tú me has traído esto,
cuando te lo lleves
hazlo lenta y suavemente
hazlo como si estuviera muriéndome en sueños en lugar de
en vida, amén.
Charles Bukowski.
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