Hielo para las águilas.

Aún recuerdo los caballos
bajo la luna
aún recuerdo dar a los caballos
azúcar
terrones de azúcar blancos
casi como de hielo,
tenían cabezas
como de águila
peladas cabezas que podían morder
y no lo hacían.
los caballos eran más reales
que mi padre
más reales que Dios
y podían haberme pisado
pero no lo hicieron
podían haberme hecho cualquier cosa horrible
pero no lo hicieron.
yo aún no tenía 5 años
pero me acuerdo;
Dios mío qué fuertes y buenas
aquellas lenguas rojas que babeaban
desde sus almas.

Charles Bukowski.

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Armando Guerrero, Oaxaca, México.