NO HAY NADIE EN MI FAMILIA QUE HAYA MUERTO DE
amor.
Lo que pasó, pasó, pero nada de mitos.
¿Romeos tuberculosos? ¿Julietas con difteria?
Algunos por el contrario, llegaron a la decrepitud.
¡Ninguna víctima por falta de respuesta
a una carta salpicada de lágrimas!
Siempre al final llegaba algún vecino
con espejuelos y rosas.
¡Y nadie se asfixió en un elegante armario
al volver de pronto el marido de la amante!
A nadie esos cordeles, mantillas y volantes
le impidieron salir en la fotografía.
¡Nadie con el infernal espíritu del Bosco!
¡Y nadie con su pistola al jardín!
(Con una bala en el cráneo, pero por otros motivos,
murieron en alguna camilla.)
Incluso aquella del extático moño
y de ojos herrados como después de un baile,
Zarpó en una gran hemorragia
no hacia ti, bailarín, y no por melancolía.
Quizá alguien antes del daguerrotipo,
pero de estos del álbum, nadie que yo sepa.
Pasaban las tristezas, y los días uno tras otro,
y ellos, consolados, desaparecían de gripa.
Wislawa Szymborska.
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