Bella -le digo a la vida-,
más abundante, imposible,
ni más ranil, semillosa
ruiseñorial u hormiguera.
Hago todo por gustarle,
siempre la miro a los ojos.
La saludo antes que nadie
con gesto humilde en el rostro.
Me le cruzo por la izquierda
y también por la derecha,
y me elevo embelesada,
y me caigo sorprendida.
Qué montés el saltamontes,
qué silvestre zarzamora.
Nunca jamás lo creería
si nunca hubiera nacido.
No sé -le digo a la vida-
con qué puedo compararte.
Nadie ha hecho otra piña
ni menos piña ni más.
Me gustas por generosa,
por ingeniosa y exacta,
por impetuosa ¿y qué más?,
por hechicera y tan bruja.
Y para no disgustrala,
provocarla ni ofenderla,
desde hace muchos milenios
la cortejo muy sonriente.
La acorralo en una hoja:
¿se detiene?, ¿me hace caso?
¿Aunque sea por un momento
se le olvida a dónde va?
WS.
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